AUTOSTOP LADO C: LA VIRGEN, UNA FOTO Y UN MOTEL

El primer día en Colombia era incierto. Con muchos días por delante no teníamos una ruta ni destino fijo. Juntamos campamento  de nuestra primera noche en carpa y pensamos en caminar hasta el siguiente pueblo, a pesar de tener muchos kilómetros caminados del día anterior. De repente un camionero joven paró. Había pasado de ida por ahí y nos vio desarmando la carpa. A su regreso le dio curiosidad y nos levanto. Con una foto en su celular nos recomendó visitar un lugar: La catedral de la Virgen de las Lajas. La verdad es que no soy muy devota de templos o cuestiones religiosas pero esa era una postal que había visto hacia tiempo atrás y me llamó la atención por la increíble obra arquitectónica en el medio del bosque. Motivados por la alternativa decidimos bajarnos en la intersección del camino hacia la virgen, una ruta serpenteada a unos 5 km de la misma. Muchas personas visitan este templo cada día, una catedral que se construyó en varias etapas, comenzando con una pequeña construcción debajo de la gruta. En esa gruta, dicen, se observó la imagen de la virgen sobre la piedra. Con el tiempo la construcción se extendió hasta alcanzar y sobrepasar la gruta. La construcción es un espectáculo y paseamos como si fuese un domingo.

Con mochilas al hombro recorrimos  todo el lugar y tomamos algunas fotos. Hay zonas con cestos de basura colapsados que arruinan la visual y el entorno natural, exceptuando eso, estuvo bien. Tanto para ir y volver de la virgen nos acercaron haciendo dedo y creíamos que esa buena racha podría continuar.

Horas en la ruta y muchos kilómetros caminando nos demostraron que no. La posibilidad de un bus también estaba fuera de las opciones por un paro de camiones extendido que cortaba varios tramos de ruta. Con el susto de casi una mordida de perro en la pierna nos sentamos a esperar al borde de la ruta. No sabemos bien qué pero son esos momentos en los que no se puede hacer más que esperar. Hasta que de un momento a otro una camioneta con vidrios polarizados retrocede y se vuelve hacia nosotros. El conductor nos pregunta algo, no entendemos lo que dice. Nos acercamos y nos vuelve a preguntar, que a donde vamos, si nos alcanza. Como dije antes, cualquier destino estaba bien, inicialmente PASTO. Ya en ruta nos pusimos a conversar: que estuvimos en Las Lajas, que somos argentinos y hace 6 meses que salimos de allá… y nos dicen: “ustedes nos sacaron una foto en la virgen”. La suerte otra vez. Horas antes, caminando por los senderos del santuario una pareja me pidió que le tome una foto. Cargando con todas mis cosas les saque dos fotos y les sugerí recorrer el sendero que bordeaba el río. Nos habían reconocido porque estábamos igualmente cargados de mochilas que en la virgen.img_9993-edit

Ellos eran de Bucaramanga y venían por una promesa. Es decir que  cruzaron toda Colombia por una promesa a la virgen milagrosa. En ese momento me pareció que sus motivos de viaje eran más extraños que los nuestros. Este aventón acortaba mucho las distancias pero nos perdimos de conocer muchos lugares al sur. Por otro lado nos daba la posibilidad de llegar antes de lo pensado a Bogotá. Óscar y María temían no lograr llegar desde Pasto a su ciudad en el próximo día por los cortes de ruta de los camioneros. El paro que había comenzado hace 30 días en todo el país nos bloqueó la salida de la ciudad. Después de dar varias vueltas y comer algo por ahí la mejor alternativa era pasar la noche en esa ciudad. Por la hora y poca anticipación era difícil encontrar un alojamiento económico y nosotros no estábamos con demasiada alternativa económica tampoco. Óscar propuso lo que para ellos resultó ser la mejor opción económica: un motel.

Era la mejor opción, de esos que están bordeando las rutas en las afueras de la ciudad. Cómo no se nos había ocurrido antes?  Y claro, con pocos pesos colombianos disponíamos de una cama grande (con su espejo gigante al frente) y una ducha caliente para un sueño reparador. Doce horas de alojamiento, porque es que en aquellos lugares las parejas no suelen ir a dormir para seguir viaje jaja. Óscar en medio de risas comenta que es la mejor alternativa y la chica de recepción pregunta si vamos a dormir los 4 en una misma habitación jaja!. Estábamos tan cansados y con tanta mugre que era como estar en el mejor hotel. Al día siguiente, bien temprano, salimos rumbo hacia la ruta del Eje Cafetero. Bordeamos cientos de plantaciones, con paisajes que me resultaron hermosos. En una estación de combustible nos tomamos el primer “tintico” dentro de Colombia.

El café era delicioso y eso daba el indicio de estar en tierras de buen grano. Ese primer cafecito nos bastó para tomar la costumbre de todas las mañanas desayunar con café, que hasta ahora jamás se nos cruzaba por la cabeza. En ruta también pudimos probar algunos platos típicos colombianos, con casi los mismos ingredientes que Ecuador pero una sorprendente variación en la combinación de sabores. Durante el viaje nos hablaron de Colombia a modo de introducción al país. Y es que la historia no esta mejor contada que por la propia gente de un lugar.

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pescado de río como estofado

En la ciudad de HONDA nos despedimos de Óscar y María en esta larga pero amena travesía por todo el eje cafetero. Como cada persona que conocemos ellos forman parte de nuestra historia de viaje y gracias a que los conocimos tenemos buenos recuerdos de Colombia.

Nos bastó un bus de unas cuantas horas para llegar hasta BOGOTÁ. Una ciudad bien grande y de frío, mucho frío. Como ven en las fotos lo lindo de ese lugar fue todo el arte callejero en los murales de cada esquina. Visitamos un par de museos, de la moneda y arte (entre ellos el del artista Botero) que valen la pena conocer. No mucho más porque sólo pasamos dos noches ahí.

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El club Siberia

La segunda mitad de Colombia tuvo mucha desconfianza de levantar a dos mochileros que andaban por sus rutas y caminamos unos buenos kilómetros. No había ni moteles ni camping cuando nos agarró la noche en Siberia, un pequeño pueblo cerca de la capital. «-la biblia dice: ayuda al peregrino» dijo el sereno de un club de fútbol y nos dio unas empanadas calentitas con gaseosa de uva. Escoltados por seis perros nos llevó al predio para armar la carpa. Al día siguiente nos preparó el desayuno un fuerte abrazo y gaseosas de uva para el camino. No sabemos si la buena gente nos la envía algo divino pero es increíble cuando pasa. Siempre me quedan en la memoria las miradas de aquellos que nos ayudan.

Los únicos tramos de lluvia fueron en camioneta, un señor que nos dijo que la gente en Colombia no tiene la costumbre de levantar viajeros en ruta. Pasamos por ese pueblo sumergido en niebla que ahora no recuerdo el nombre. Un paisaje increíble!!!

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El pueblo de la niebla

Un buen tramo más fue andando y con pocas chances de que alguien nos lleve. En la ruta se veían muchísimos camping y lo pensamos como un as bajo la manga por si se nos hacía de noche. Eso nunca sucedió porque dichas «zonas de acampe» eran algo así como un «glamping» con piscinas, jacuzzis y canchas de deportes. Se ve que la gente por esos sitios no acostumbra a poner una carpa y hacer la cena con luz de linterna.

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Tortas fritas y té de campamento

En fin, al borde de la ruta encontramos nuestra «zona de acampe» y ahí nos quedamos. El desayuno del día siguiente estuvo lleno de miradas de sorpresa y nosotros como si nada nos preparábamos para seguir. Hay ciertos miedos que sentimos al estar en un país que no es el nuestro y caminando por lugares donde nunca estuvimos. Pero poco a poco vas perdiendo la vergüenza de preguntar, de acampar en la banquina si es necesario, etc. Caminando mucho y cargando a regañadientes las mochilas mi rodilla empezó a reclamar. Una pequeña van nos llevó hasta VILLETA, la capital de la panela según nos contaron más tarde. Sentados en la plaza principal, tratando de captar Wifi conocimos a Esthefany. Ella trabajaba en las oficinas de la alcaldía y fue tan amable que fue como un mimo al alma. Estábamos sucios pero más que nada cansados. Yo tenía malhumor porque sentía que se estaba complicando llegar a Medellín y que muchas de las decisiones tomadas no habían sido buenas. En su hora de almuerzo nos llevó a su casa y rápidamente preparó un almuerzo de lujo. Mientras tanto Dulce María, su pequeña hijita nos miraba extrañada. Esthefany nos orientó bastante e incluso habló con algunas personas de otras ciudades para que nos dieran una mano al llegar. Nos presentaba a todos como si hubiésemos sido amigos de toda la vida e incluso se tomó el tiempo de llevarnos a pasear por su pueblo luego del trabajo.

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Las chicas de Villeta

Ya de noche, más limpios, descansados y con los ánimos renovados nos despedimos con fuertes abrazos y seguimos viaje en un bus. Una buena tormenta y un árbol caído en la ruta nos retuvieron unas cuantas horas más de lo esperado hasta que finalmente llegamos a MEDELLÍN.

De ahí en más el viaje continuó largo aunque con menos aventura, hasta que el bus que tomamos en la terminal de Medellín llegó a la terminal de Cartagena de Indias.

Los siguientes meses fueron muy duros, ya que habíamos gastado casi todo nuestro dinero en buses y a los 3 o 4 días en Cartagena llegamos al temido cero absoluto económico… pero esa es una historia para otro momento. Si fue la mejor decisión ir a esa ciudad, o no, no lo sabemos; pero después de unos 4 meses en Colombia y varias peripecias en el último tramo logramos despegar a nuestro próximo destino: México.

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Manu

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